martes, agosto 28, 2012

Similitud


Fue como si el espejo tuviera vida al otro lado, como una puerta que hacía palpable el tiempo anterior, el tiempo lejano, aquel pasado perdido. Tu lenguaje, aunque ajeno a mis oídos, fue el que no se disimula, el que no puede evitarse. El lenguaje corporal era el mismo, los ojos veían con la misma mirada inocente y, hasta cuando llegó lo que pediste, levantaste el dedo como pidiendo la palabra. El curioso deja vú que me inquietó, y hasta me esperanzó, por creerte otra vez viva, tan cercana que podría haberte tocado para confirmar que eras real, que tus manos eran las mismas, que tu tacto era el que inusualmente dejaban tus caricias. Tus ojos, tras los acostumbrados lentes de pasta, parecían también aquellos que miraban y desdeñaban mis emociones, que dibujaban de tu alma los más hermosos sentimientos y que cultivaron un amor inconmensurable hasta tu último viaje.

Pero no fue así, los muertos no regresan a ocupar la vida que dejaron, la apariencia física, por no decir toda la gesticulación, el lenguaje corporal y hasta la forma de vestir, aunque con una similitud tan cercana a ti, no era la tuya. Fue la coincidencia de una persona físicamente muy parecida a ti que en los minutos en que estuvo sentada frente a mi mesa dio aliento a mi cansada alma, jugándome aquellas bromas del destino.

Hubiera podido hablar, decirle a esa persona tan desconocida y tan familiar la semejanza contigo, de contarle la historia que tristemente arrebató de tajo lo que en vida me entregaste y me detuve sólo porque su acompañante, consternado en el momento, discutía con ella, y con la sensibilidad que conlleva el instante, me parecería inoportuno intromisionar. Al final sólo dejo esta breve descripción de la inverosimilitud de un hecho en el que inevitablemente y por su naturaleza, mis emociones salieron a flor de piel.

No hay comentarios: