domingo, agosto 30, 2009

El hombre que espera

El hombre que espera que el tiempo le perdone y le dé la fortuna de estar en paz, es un hombre desdichado. Sentado, perdido en sus pensamientos más oscuros, sin la charla intensa del interlocutor que fascinado escuche sus palabras apasionadas... Esa desolada escena le ha tocado al fin. El hombre que espera ha tomado esa decisión y sus palabras le traicionan al decir que se sabe consciente de las consecuencias que le atañen ese día. Encuentra inútil el sentarse a observar. No sabe qué observar siendo que su curiosidad atrapa esos instantes que a la mayoría le parecen insignificantes. La respuesta a sus interrogantes ya no puede ubicarla al fondo del vaso de vodka, sentado en la barra del viejo bar. La desilusión le ha comido el sentido, pero tampoco le importa mucho el estado constante de sus improperios. La fragilidad de su espíritu le ha hecho esperar y esperar más de la cuenta. Incluso la postergación es su argumento intocable, pero, lamentablemente para él, el más indefendible. El tiempo no le ha dado la razón y aún así espera. Terquedad al fin y al cabo, igual que sus imprecisiones al hablar, al dejar del lado la congruencia, al deshacerse de sus fantasmas sólo escondiéndolos tras la cortina. Sentado, en la guarnición, o en la barra de un bar, o en el café de las almas solitarias, no ha hecho más que esperar por nada ni por nadie. El hombre que espera se siente abandonado a la suerte de quien no sabe esperar...

No hay comentarios: