martes, septiembre 22, 2009

La facilidad

Entonces, mientras la noche cae, él descubre que de la palma de su mano crece una rama. Así, simplemente, sin avisar, y él sin decir una palabra. La observa y siente el sueño en sus párpados escurriéndole en caida de agua. Contempla la tarde y prescinde de la atención que le trae el escozor de su mano-árbol. Se siente frágil y vulnerable, pero no hay amenaza evidente como para precisar contingencia. Un pequeño arbusto crece en la palma de la mano izquierda alzada al cielo. La brisa del agua remoja su mano y el pequeño arbusto dibuja ya ramas. Él no lo tiene presente. Ha perdido la noción del tiempo y del espacio sin sentirse asincrónico. Sus pensamientos mutan en sensaciones dispersas en el mismo cielo rojo que empapa sus ojos. Las manos rígidas se cubren de corteza y una sensación de nostalgia le provoca un llanto tan profundo como un abismo infinito. De sus ojos sale brea en vez de lágrimas, pero esto no le preocupa más, cuando la última percepción que le queda es la de verse convertido en árbol a la orilla del lago... Sonríe, y su sonrisa queda petrificada en la corteza que le cubre.

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