martes, enero 12, 2010

Fantasmas

Tan simple era tomar la hoja de papel y ver el dibujo trazado a tiza. La imagen fantasmal que apenas se delineaba no era amable pero parecía llamar tanto la atención de Demetrio que le era casi imposible dejarla de ver. El rostro con la mirada siniestra que parecía verlo desde cualquier ángulo en el que se colocara le erizaba los vellos y la sensación gélida le recorría la médula espinal una y otra vez. Sus manos callosas no disimulaban el empeño que ponía en su trabajo o, mejor dicho, el exceso del mismo, pero aún así tomaba tan delicadamente la hoja que simulaba el cuidado con el que se toma a la amante. Tantos disturbios en su cabeza le tensaron la mano y esta comenzó a temblar con excesivo tiriteo y desmesurada calma. Sus ojos se inundaron de lágrimas al ver la imagen estampada, impregnada y tatuada en tan blanco papiro. Su temor era por haber reconocido a la persona del dibujo, en donde el rostro no tenía dejo alguno de amabilidad y perturbaba el alma cuando se le veía directamente a los ojos. Era como un espejo difuso pero que cumplía su función de dar la imagen invertida de la supuesta realidad. Mientras, sus lágrimas arañaban el papel y la tiza, escurriendo más allá de la frontera del papel una mezcla de agua, glucosa y carboncillo, deformando la, ya de por sí, desfigurada cara. Sus manos no soportaron más ver ese rostro. No más. La hoja que cae despreciada por los dedos, con el rostro de Demetrio sobre el epitafio de la lápida de su propia tumba...

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