jueves, diciembre 31, 2009

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La crítica es tan sutil que no podrá saberse a ciencia cierta lo que realmente se dibuja a lontananza. Ese sabor dulce-amargo que dejan algunas épocas discrepantes y ambivalentes pero que terminan acertadamente por cerrar ciclos muy a pesar de las incongruencias. Tal vez me he vuelto más cínico, o quizá he optado por la segunda opción y las cosas ahora me parecen más amables. La sinopsis no es siempre tan reductora, aunque se omitan detalles, ni tampoco es un insulto a la verdad. Puedo aprender nuevamente a escuchar la simplicidad sin menguar la complejidad que está en la mente. Mejor aún es nuevo y afable aprender de nuevo de esos instantes en que no se puede dejar a un lado la charla sencilla. Ha dejado algo en mí, lo sé. Y hay un desprendimiento que seguramente deja más de lo que pudiera pedir. Pues, entonces, dejemos que lo liviano se vuelva trascendente y que las palabras hagan el resto. Facilidad... esa es la palabra que buscaba.

2 comentarios:

AGAR dijo...

Lo liviano, la trivialidad... dan miedo. Y te comprendo, así me he sentido el último año en que desafortunadamente no he sabido nada de ti y que, sobre todo, no he tenido el valor de responder a tus comentarios por ese mismo miedo a la simplicidad. Me encuentro enfrente de una descripción de lo más certera de esa extraña sensación, aferrada a no hacerte un comentario lineal, que me despoje de una vez del cariño onírico que alguna vez me acercó a tener una plática contigo. No quiero y me resisto, te resisto a ser más de lo mismo. Me quejo, confesándote que llevo ya mucho tiempo leyéndote, desde la frialdad de un anonimato cobarde.

Pablo S. dijo...

Es grato saber de ti y para sorpresa tuya no he encontrado un comentario lineal en tus palabras, ni la trivialidad o ligereza que asumes. En vez de eso me dejas una interpretación acertada -y debo confesar muy cercana- a la resaca de una tormentosa noche de inconsistencias emocionales. El gusto es compartido, créeme. El de ser tácitos cómplices de letras y el referirme al espacio destinado para eso en el tuyo, disimulando también un cierto anonimato. Eso es lo que en esencia se mantiene y lo que en determinado espacio-tiempo permitió amenas charlas, pero es esencia que no se difumina por los vaivenes de la cotidiano. Solo damos tiempo a esos menesteres, sin que por eso se lleve la inquietud de aquellas largas horas sabatinas. Estoy seguro de ello. Y mejor aún, está todavía la promesa de repetirlo alguna vez...