Entre tanta imbecilidad el hombre es conforme y fiel a sus desgastadas costumbres. Es tan importante para sí mismo saberse el único indispensable sobre el mundo, porque muchas de las veces solo finge con un perfeccionado número teatral el amor infinito hacia los seres más cercanos que llama amigos y familia. Es triste observar su ímpetu egoísta que muestra solo la decadencia más deplorable frente a ciertos pertinentes y feroces observadores sociales. Para él, el hombre dispuesto a estos voraces menesteres, la calma y la reflexión son temas desconocidos y se sabe que busca constantemente la felicidad medida por cuánto posee o cuánto ha logrado sobresalir en la selva hostil que le ha cercado en su trabajo, su entorno y sus espacios más íntimos. Es un hombre desdichado; se nota en su mirada la pesadumbre del día, cuando ni siquiera ha llegado la hora de comer. Es la especie predominante, pues se ha demostrado que los nobles de espíritu y los altruistas quedarán relevados a poco o a nada con sus ideas absurdas sobre la felicidad y la armonía y todo eso de respetar al prójimo, con todo lo que esto conlleva. Es un hombre que no ha mirado hacia adentro, aunque si lo hiciera no encontraría nada.
Aún así, entre tanta disputa sin sentido, hay hombres que parecen no pertenecer a esta misma especie, que en sus pensamientos aún existe la idea clara de saberse parte de algo y no lo único que existe. Son personas discretas y distraídas que pasan desapercibidas la mayoría de las veces y que solo los más observadores logran identificar plenamente. Quienes los identifican son, generalmente, también parte de ese gremio al cual ni siquiera tienen conciencia plena de que pertenecen, porque ellos no desean pertenecer a ningún círculo. Estos hombres han logrado cambiar al mundo con sus ideas puestas en obra; han escrito, dibujado, construido, moldeado, compuesto y reestructurado su entorno, sin detenerse a mirar a la sociedad, familia o situación que les rodea, sin estar inmersos en la nata social que lleva las corrientes de sus propios tiempos. Han recorrido distancias que el hombre insensato no se ha imaginado o ha percibido en sueños. Son hombres de letras y hechos y, con ello, han conseguido la sabiduría que les ha regalado lo hermoso de la vida. Tal vez por eso deciden apartarse constantemente del insano entorno que intenta absorberlos pero nunca están completamente desprendidos de él, porque sería un gran desperdicio que toda su sapiencia quede acumulada en su enorme mente, lejos de sus congéneres a quién tanta falta les hace un poco de consciencia.
Dos tipos de hombres que la humanidad ha soñado a lo largo del tiempo...
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