El inicio olvidado, empolvado por grandes capas, por innecesarios recuerdos e innecesarias emociones. Recorrer esos caminos es una diligencia peligrosa donde anido y colapso en la más absurda instrospección. Inicio. El inicio impreciso en el instante disperso y abrupto en que rodean los demonios de un pasado tan inherente a mí, tan cercano que casi puedo respirarlo, tan implícito y recurrente que no puedo abandonar mi piel una vez más. Me siento incapaz ya de saberme cierto en este plano, de sentirme menos ausente en lo que trascendió y ahora parece lejano y ajeno. Desdibujar la sonrisa ha sido fácil y doloroso, tanto que mis manos caídas representan la imagen acertada del desesperanzado, del inoportuno, del irreal, del impropio. Las lágrimas terminan por secar la nostalgia pero la pesadumbre sigue tan presente como en aquellos días de diciembre en que la esperanza animaba un poco. Ahora es casi imposible que pase desapercibido el pasado maravilloso y la delineada línea que se lo llevó. El limbo es un lugar distinto, es donde el mínimo movimiento puede arrebatar cualquier emoción y llevarte al cielo o al infierno. Este estado se ha mantenido por estos días sin la menor intención de desaparecer pronto, de dispersarse como humo, de dejar de arder la brasa y dejarme solo las cenizas del resto de mi vida...
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