sábado, abril 17, 2010

Miedo

Aprendí demasiado pronto a temer. Conocí el miedo por sentirme humano cuando ni siquiera tenía aún consciencia, cuando los ruidos perturbaban mi sueño infantil, destrozándome con angustiante sigilo insomne los demonios nocturnos; cuando me rondaban los pensamientos más oscuros -para aquél primigenio conocimiento- conforme crecía el cuerpo y la vida andaba pronto, representando sus cada vez más insultantes símbolos. La noche se volvió cada vez más intranquila, la noche se convirtió entonces en antítesis del ser convencional y en atrayente latido que dislocaba con alevosa ventaja la idea de sentirme vivo. Lamento haber aprendido a temer tan pronto...

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